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Tierra, Tierra. ¡Querida Tierra! ¡Mi hogar!
Tu limpia lluvia moja mi frente y junto a la luz del enorme sol se contempla un arco de siete colores que ilumina mi corazón y me dice: tengo que unirme a las personas que me rodean para participar en tareas comunes con la intención de ayudarte a tí, Tierra. Me gusta ver los troncos gruesos y rugosos de los árboles con sus ramas altas, fuertes y sólidas que pretenden alcanzar el inmenso cielo, proporcionándonos aire puro, suelo fértil y libre de contaminación. Me gusta tenderme en la fresca hierba de tus prados y cerrar los ojos, escuchar... ya que pienso que todas las plantas cantan con una preciosa voz una melodía armoniosa, en ese momento debemos estar muy atentos a todos los sonidos de la naturaleza, ya que forman un ambiente adecuado para el bienestar de todas sus gentes, sin hacer diferencias entre ellas y fortaleciendo la relación entre las personas y la Tierra. Escucho el viento mecer un campo lleno de flores que se extiende hasta un horizonte inmenso y limpio que tenemos que conservar para que futuras generaciones también puedan disfrutar. Madre Tierra... Miro por todas partes con los ojos muy abiertos y encuentro senderos extraños y estrechos: pobreza, diferencias, injusticias, guerras, que con trabajo y actitudes responsables tenemos que convertir en justicia, respeto y libertad. Tenemos que compartir la belleza, los beneficios, las tierras... de esta Tierra que el Creador nos ha regalado. Por todo ello he decidido algo importante: cuidarte, porque formas parte de mí. Jesús G. R. |